lunes, 21 de abril de 2008

El secreto que dejó el sabio


Existió un Rey que tenía un consejero sabio; un hombre anciano de avanzada edad, pasos lentos y larga barba blanca; el Rey para cualquier acción o decisión que tomara siempre se dirigía primeramente a su sabio, en ningún momento dudaba en consultarle los problemas y referirle las cosas que sucedían en su reino, sintiéndose siempre seguro de que todo cuanto le decía salía siempre bien.

Hasta que un día el sabio por su avanzada edad enfermó de gravedad… en su lecho de muerte, el Rey, desesperado le decía: -Sabio y viejo amigo, ¿qué voy a hacer sin ti cuando tú no estés?, ¿quién me dará sus sabios consejos y me ayudará cuando tenga problemas que no pueda resolver?… ¿qué haré… qué haré?

El sabio, al ver su desesperación, le entregó un anillo que tenía un compartimento secreto, pero le dijo que sólo y únicamente cuando tuviera un problema que fuera imposible resolverlo… sólo así lo abriera y allí encontraría la respuesta.

El sabio murió y pasaron muchos años; al Rey se le presentaron múltiples
problemas.

En varias ocasiones estuvo a punto de romper el sello y abrir el compartimento de la sortija, sin embargo no lo hizo, posponiéndolo para un problema mayor que no pudiera ser resuelto.

Siguió pasando el tiempo y un día al Rey se le presentó un problema tan grande que no podía resolver.

Pasaron los días tratando de resolverlo, hasta que no pudo más. Se acordó de lo que le dijo el sabio: ¡sólo ábrelo cuando tengas un problema que pienses que no tenga solución!

El Rey rompió el sello y abrió el compartimento secreto. Adentro había un papelito que decía: Esto también pasará.

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